Desde hace un tiempo a esta parte somos espectadores de una TV agresiva y neurótica en la cual los famosos se embarcan en farragosas peleas mediáticas que incluyen agresiones verbales y en algunos casos hasta la violencia física. Sin el menor prurito inventan un rival ocasional para protagonizar el juego televisivo de las declaraciones cruzadas con el fin de colocarse en el centro de la escena mediática.
Sin embargo, cuando la disputa llega a límites extremos: game over y el ámbito para dirimir sus diferencias se traslada a la justicia. Entonces, alzan la voz en forma amenazante: “Te voy a enviar un carta documento”, “Nos vamos a ver en tribunales”, para luego publicitar las bondades de sus letrados patrocinantes. Un esquema que tiene un diagnóstico claro: histeria y falta de control.
El mejor ejemplo es el de Ricardo Fort acostumbrado a reclamar respeto hacia su persona y a faltarlo en forma sistemática con sus ocasionales adversarios televisivos a quienes les propina, desde su soberbia un rosario de frases cargadas de resentimiento, odio y discriminación.
Hace poco se supo que Aníbal Pachano le habría aconsejado a Fort que no tenga en cuenta a Ethel Rojo para su obra Fortuna porque sufre una grave enfermedad. Es el mismo jurado que actualmente lleva a juicio a Graciela Alfano por haber divulgado que tiene HIV.
En mayo de este año Pergolini perdió un juicio con Beto Casella, en el que le reclamaba 80 mil pesos por haberlo llamado “pelotudo”. La justicia fue clara: “Pergolini tiene una particular forma de referirse a los demás” por lo tanto los jueces consideraron que el conductor de “Cuál es?” no sufrió un menoscabo de su espíritu.
Ni hablar del juicio de Karina Jelinek contra Roberto Petinatto. Es Inédita la promoción de una instancia penal en este caso, propiciada porque la modelo se sintió afectada por las burlas de Petinatto y compañía al tratarla de tonta. En todo caso ¿no es la misma Jelinek que en el “Bailando por un sueño” componía un personaje que sacaba provecho de su actitud abobada?
Esta es la TV agresiva y neurótica de hoy. Donde muchos famosos pierden el control en forma permanente propiciando insultos y agresiones con el fin de sostener el engranaje televisivo regido por el minuto a minuto de rating. Bastardean su honor y mancillan su buen nombre sin el menor escrúpulo y luego le piden auxilio a la justicia para que se los restituya.